Se puede afirmar que la filosofía planteada por Zea es ante todo un discurso antropológico: el hombre como centro de discusión y de preocupación. En este orden, su pensamiento asume la filosofía antropológica de Max Scheler, pero no le interesa el hombre como individualidad, sino el hombre como un ser eminentemente social, en un contexto ineludiblemente histórico, donde el hombre sea asumido en su condición misma, y no tratando de ponerle adjetivaciones ni categorías, que en definitiva no son más que "declaraciones y abstracciones ideales sobre un hombre que no existe", en Filosofar a la altura del hombre. No se puede postular un ser modélico, porque tenemos que partir de lo que somos y de ahí proyectarnos en una dimensión constructiva del mismo. Es decir, problematizar para asumir. Este discurso antropológico tiene un contenido claramente axiológico. Por ello, este permanente apelar a la praxis es que el europeo se presenta más como un "deber ser", como una teorización que como una práctica histórica.
V.- Una filosofía en la historia
La preocupación antropológica de Zea se fundamenta en una filosofía de la historia que va más allá de los debates academicistas entre las filosofías de la historia llamadas "formales" (Rickert, Collingwood) y las filosofías de la historia "materiales" (Hegel, Spengler, Toynbee), ambas las considera parte un mismo proceso. Cuando Collingwood hablaba de la reactualización del pasado como único modo de entenderlo, Zea va a proponer que a través de un método asuntivo, que al mismo tiempo que lo reactualiza, lo supera, en consecuencia, se trata de una recuperación histórica en cuanto proyección al futuro a través de una toma de conciencia del presente. Es decir, es el sentido de unidad entre dos expresiones la formal y la material de la filosofía de la historia, y esto surge de la propia contextualización latinoamericana, que descubre que los filosofemas que son europeos, no importan tanto como el por qué de su adopción y adaptación.
Dentro de sus quehaceres va a desarrollar uno que va tener una relevancia especial, al desenmascarar el "provincialismo eurocentrista" al estilo Hegel con su supuesta trascendencia universal que caracteriza las historias de la filosofía europea. De aquí se desprende una tesis central en el pensamiento de Zea, la historia adquiere un significado en cuanto pensamiento en un contexto histórico, por lo tanto su énfasis en la Historia de las Ideas, y el rechazo a las simplificaciones y a las "reactualizaciones del pasado". En consecuencia, no hay tal universalización de la historia en sentido absoluto, porque cada cultura y sociedad va confeccionando su propio proceso, que le da contenidos y características muy definidas, a lo mucho podemos afirmar, la cercanía o similitud de procesos, pero eso no nos autoriza a afirmar que hay una historia universal sin más.
Al respecto dirá que hay una diferencia central en el desarrollo histórico europeo y el latinoamericano, el europeo ha seguido una dirección dialéctica que hacen de su pasado instrumento de su presente y su futuro; mientras que en el latinoamericano hay sobreposiciones: "los sujetos se muestran abstraídos de su realidad, a la que no quieren aceptar como propia, y el objeto, su propio contexto, lo ven como algo ajeno" en
Filosofía de la historia americana 15, de 1978(p. 19). Esta sobreposición y la posibilidad de una filosofía de la historia deben dar paso a un aufhebung (una asunción de nuestro proceso). Surgen entonces dos categorías clave para la elaboración de su filosofía de la historia: "centro-periferia" y "la vivencia de la marginalidad", lo que va a implicar una superación de la filosofía de la historia latinoamericana que hasta ese momento está marcada por las yuxtaposiciones y por la pretensión de trascendencia como la europea, todo esto se da por la toma de conciencia de la marginación en la que se encuentra la América Latina.Esta asunción que no es otra cosa que la formulación de una filosofía de la historia, implica un compromiso con esa misma realidad reflexionada, al respecto afirmaba: "toda filosofía de la historia, implica un
proyecto. Es decir, algo que trasciende el conocimiento de los hechos históricos, lo que da sentido a este conocimiento. [...] Lo importante es conocerlos para cambiarlos es, por el contrario, la preocupación central de esta filosofía de la historia" en
Filosofía de la historia (p. 25).
VI.- La Filosofía Latinoamericana
Uno punto medular en la filosofía de Leopoldo Zea fue hacer patente el ser y quehacer de nuestra filosofía. Hacia la década de los años cuarentas se discutió con profusión la existencia o no de una filosofía latinoamericana, que se mostraba como extremadamente radical. Lo extraordinario de este planteamiento propuesto por Zea ya desde 1942, generó una polémica de dimensiones continentales, y que se continuó por veinte años más. Zea le dedicó dos trabajos a esta discusión, las multicitadas: América como conciencia de 1953 y La filosofía americana como filosofía sin más de 1969, este último en respuesta al debate entablado con el peruano Augusto Salazar Bondy.
Se discute sobre el contenido que debería tener esta filosofía latinoamericana, sobre su originalidad, sobre su carácter universal, sobre la autenticidad del quehacer filosófico. Se llega a cuestionar nuestra propia capacidad para el quehacer filosófico, como si fuera cosa de "iluminados". De ahí se da el paso a la crítica del pensar europeo; se defiende una filosofía propia sin pretensiones de ninguna índole hasta llegar a perfilar los contornos de una reflexión más nuestra, y ésta puede ser considera como diría Mario Magallón: "como una filosofía en la historia".16
15 Filosofía de la historia americana, México, FCE, 1978.
16 Magallón Anaya, Mario, Dialéctica de la Filosofía Latinoamericana. Una filosofía en la historia, México, CCyDEL/UNAM, 1991.
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