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Lic.Eduardo
Miranda Correa**
Lic.Armando Cuenca Salgado* |
Presentación
En
los inicios del siglo XXI, uno de los temas de mayor trascendencia
para el fortalecimiento de la democracia y el buen funcionamiento
del régimen electoral, es el del financiamiento de los partidos
políticos, las campañas electorales, y la fiscalización,
como instrumento corrector del origen y destino de los dineros obtenidos
y como regulador de la equidad electoral. Como ha sido reconocido
por una gran parte de los estudiosos sobre la temática, la
relación, misteriosa y perversa, entre el dinero y la contienda
políticoelectoral es el gran problema que enfrentan las democracias
modernas y, por supuesto también, la consolidación
de la democracia mexicana. Y es que, en la relación entre
el dinero y la política -la cual se ha vuelto cada vez más
compleja por la aplicación desmedida de recursos económicos
en medios masivos de comunicación y de encuestas de opinión,
y la contratación de asesores extranjeros especialistas en
marketing político- hay, cuando menos, cuatro problemas que
tocan directamente a la fiscalización:
-
El de la relación entre el financiamiento público
contra el financiamiento privado;
-
El alto costo de las campañas políticas;
-
La anticipación descarada de los candidatos a los puestos
de elección popular disfrazada por medio de la figura de
las precampañas; y,
-
La flaqueza de los organismos electorales para llevar a cabo,
eficazmente, su labor fiscalizadora.
Una característica relevante del sistema de financiamiento
partidista en México, que tiene su origen en una disposición
constitucional, es que, en materia de financiamiento, los recursos
públicos deben prevalecer sobre los de origen privado. Esta
disposición se estableció con el propósito
de impulsar y fortalecer un sistema de partidos en México
con posiciones ideológicas plurales que diera opción
al electorado para definir su voto e impedir que grupos corporativos
y económicos tuvieran una influencia fundamental en las decisiones
políticas.
También la preeminencia del financiamiento público
tenía la intención de lograr que las operaciones financieras
de los partidos, sus ingresos y egresos, se hicieran de manera transparente
y con reglas claras. Es un hecho que, desde la reforma constitucional
de 1996, los instrumentos jurídicos de fiscalización
se han venido afinando paulatinamente. Sin embargo, sus límites
y alcances se han visto transgredidos por el financiamiento privado.
Las donaciones privadas son el principal obstáculo que enfrenta
la transparencia de la vida política en México.
Este problema se vuelve más preocupante en la medida que
es la matriz de los actos de corrupción, de los que es tan
prolija la historia política mexicana actual. Mencionemos
sólo los casos más sonados: Pemex, amigos de Fox,
video escándalos,
altos costos de las campañas políticas, el rebase
de los topes de campaña de candidatos de diferentes partidos,
los partidos-negocio, etcétera. Todos y cada uno de estos
casos está ligado a esa perversa relación dinerocontienda
política y su falta de control, lo cual ha tenido, como efecto
contradictorio, el debilitamiento de nuestro sistema de partidos
con el desencanto del electorado mexicano, claramente reflejado
por el alto grado de abstencionismo en la mayoría de las
entidades del país donde se han desarrollado últimamente
elecciones.
En la actualidad se reconoce la necesidad de actualizar el marco
jurídico electoral en materia de financiamiento y fiscalización.
Hay, al menos, dos iniciativas en la Cámara de Diputados:
una presentada por el Ejecutivo Federal y otra por legisladores
de varios partidos. Lo que falta es ver si tendrá la voluntad
política para que nuestra
incipiente democracia camine por senderos de mayor transparencia
y equidad en el financiamiento.
En este trabajo presentamos una aproximación al desarrollo
de la regulación del financiamiento partidista y electoral
en Querétaro, en el que se destacan los cambios normativos
que han sido fundamentales en el replanteamiento del financiamiento
público y se aportan elementos empíricos en los que
se plantean los efectos que han producido las reformas al financiamiento
en los últimos años.
Evolución normativa del financiamiento
Antecedentes
La historia de la legislación queretana sobre el financiamiento
de la política tuvo sus inicios a finales de los setentas
como parte del proceso de la apertura política local que
se dio como consecuencia de los cambios político electorales
implementados en el ámbito federal a través de la
conocida reforma política de 1977. Estas primeras e incipientes
normas estatales sobre financiamiento, coincidieron con el reconocimiento
que se hizo del derecho que tenían los partidos políticos
nacionales de participar en las elecciones estatales y municipales,
en particular los partidos de oposición que habían
permanecido fuera de los procesos electorales locales durante la
década de los sesenta y setenta debido a los obstáculos
legales que la ley en la materia les había impuesto.
En la Ley Electoral estatal de 1978 se crearon las denominadas “prerrogativas
de los partidos políticos estatales”, que consistían
en que las organizaciones partidistas contarían con un “mínimo
de elementos para sus actividades encaminadas a la obtención
del sufragio popular”, “disponer de los medios adecuados
para sus tareas editoriales” y “gozar de exención
de impuestos y derechos estatales y municipales, en aquellos bienes
o actividades destinadas al cumplimiento de las funciones propias
del partido”. Quizá esto constituyó el primer
antecedente de un financiamiento público indirecto. Sin embargo,
el derecho a esas prerrogativas sólo se aplicaba a los partidos
políticos estatales. Los nacionales sólo podían
participar si cumplían con los requisitos exigidos para la
constitución de organizaciones partidistas estatales.
Además, debido a que no se contemplaron normas para regularlas,
la Comisión Electoral del Estado quedó facultada para
establecer las reglas que considerara adecuadas.
Lo
cierto es que no hubo destinatarios concretos o reales de estas
incipientes disposiciones aunque, muy probablemente, sí existió
uno: el PRI, pues sólo este partido
estaba en posibilidades de cumplir con los requisitos exigidos.
Sin embargo, a principios de la década de los ochenta, la
situación política de Querétaro dio un giro
importante. Después de un largo periodo de unipartidismo,
la pluralidad y la competencia política irrumpió en
las elecciones locales intermedias de 1982, año a partir
del cual los cargos de elección popular dejaron de ser espacios
exclusivos de un sólo partido. Esto representó un
cambio político que formó parte del nuevo escenario
que se empezaba a conformar en el país, a partir del avance
electoral de la oposición partidista en el ámbito
local.
Los impulsos de modernización electoral impulsados por el
gobierno federal fueron marcando el ritmo de las reformas seguidas
en el plano local. Para no quedar a la zaga de la reforma nacional,
a mediados de 1987, en Querétaro se expidió un nuevo
código electoral en donde se estableciócomo
un nuevo elemento en las llamadas prerrogativas de los partidos
políticos estatales, un “sistema” de financiamiento
público que, se dijo, la Comisión Electoral otorgaría
de forma equitativa, a través de las modalidades, procedimientos
y términos que ella estableciera.
Durante
la década de los ochenta el pluralismo partidista se fue
consolidando en los procesos electorales locales y la representación
política se incrementó, tanto en el ámbito
del órgano legislativo, como en los ayuntamientos de los
municipios del Estado. Esto representó, indudablemente, un
avance importante de la oposición partidista pero, a su vez,
contrastaba con las desiguales condiciones en que se libraba la
lucha electoral entre las diversas fuerzas políticas. Por
ello, a finales de la década, era todavía muy evidente
el dominio electoral del partido oficial que obtenía, sin
mayor dificultad, todos los cargos de elección de mayoría.
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Profesor Investigador de UAQ, Campus San Juan del Río
** Consejero Electoral del Instituto Electoral de Querétaro
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