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Lic.
Oscar Wingartz Plata* UAQ/México |
Se
verificó una metamorfosis cualitativa y no sólo cuantitativa,
de tal manera que el capital adquirió nuevas condiciones
y posibilidades de reproducción.1
Octavio Ianni.
I.- El estado de la cuestión
¿Por qué el título de este trabajo? Porque
considero que se ajusta, de forma muy clara y precisa, a los contenidos
y cometidos, no sólo del caso sino de la discusión
en
su conjunto. Por ello inicio con el llamado ‘estado de la
cuestión’ y retomo lo que se ha dicho de la globalización,
de manera general, que es una de ‘las tantas estrategias’
que ha implementado el capitalismo para refuncionalizarse en esta
etapa de su propio desarrollo. Es decir, no perder hegemonía
o posición de privilegio. Aunque no sea del todo novedosa
esa refuncionalización, sí lo es la forma en que se
ha expresado y la manera en que se ha ido desplegando y concretando
la misma. Marx ya lo había planteado a lo largo de su obra,
al afirmar que una de las condiciones esenciales del modo de producción
capitalista, para su pleno funcionamiento, además de la explotación
y la alineación, era la mundialización efectiva de
este modo de producción. Siendo así, el punto es:
¿cómo la América Latina se incorporó,
o la incorporaron, en este vasto fenómeno? Considero que
es la pregunta central de esta discusión. Entre otras razones,
porque una cosa es incorporarse y, otra muy distinta, el ser incorporado.
Además de ser incorporados ¿bajo qué términos
y en qué condiciones se es incorporado? Sobre este punto
deseo parafrasear al Subcomandante Insurgente Marcos cuando habla
de los procesos históricos y, para el caso en cuestión,
afirma: “no es lo mismo llegar a ‘la modernidad’,
al ‘Primer Mundo’, a la ‘civilización’
por la planta alta, que por el sótano, porque se puede llegar
a ella caminando y llorando, en el lodo”.2 Elocuente. Es decir,
hemos estado, históricamente, desde hace un buen número
de siglos, más en ese “sótano” del que
habla el “sub” Marcos y, más próximos
al abismo y al derrumbe, que a las “bondades” que supuestamente
pregona la tan propagandizada globalización.
Otro elemento que se puede mencionar en torno a este fenómeno
y que, también, lo podemos formular a manera de pregunta
es lo siguiente: ¿en el fondo, qué se pretende con
la globalización? y, algo todavía más grave,
¿qué perspectivas se le plantean a nuestros pueblos
ante esta realidad que tiene visos totalizantes? Estos cuestionamientos
nos colocan en una posición muy compleja y delicada, más
de la que ya tenemos, ésta es, ¿cómo ubicarnos
ante un fenómeno tan complejo y plurifacético? Por
otro lado, se debe hacer una mención muy clara y concreta
y es en relación con la temática general de este Congreso.
Para un buen número de sujetos, plantear o proponer esta
discusión, les puede parecer un tema rebasado, obsoleto,
arcaico, superado y, en consecuencia, ociosa su formulación
y discusión.
Para otros, no tanto. Es vigente y necesaria su reflexión,
análisis y crítica. En el plano personal, considero
que la cuestión está a debate y es muy álgida.
Porque, a pesar “de la supuesta superación”,
sus efectos y consecuencias apenas comienzan a sentirse, yo diría,
de manera cruda
e irreversible.
Con esto no pretendo hacer profecías o proponer escenarios
apocalípticos. Porque, para eso, es sólo cuestión
de voltear y ver a nuestro alrededor que, en muchos sentidos, nos
estamos acercando a ellos, sin necesidad de exagerar la nota. Como
ejemplo propongo la reciente “guerra” o, más
bien hay que decir, la masacre en Irak, donde la desproporción
de fuerzas fue realmente brutal, avasalladora, apocalíptica.
Bastaron dos semanas de bombardeos despiadados e inmisericordes
y acabar con la “resistencia” iraquí, para que
pomposamente los Estados Unidos y sus lacayos declararan el fin
de las hostilidades y la victoria sobre ‘el terrorismo y la
barbarie’. Donde, sin el menor miramiento y ante la farsa
diplomática, se inició esta guerra que puso en una
tesitura delicada y vergonzosa a las Naciones Unidas. Es decir,
los Estados Unidos, con la mano en la cintura, borró del
mapa el Derecho Internacional y la solución de los conflictos
por la vía de la negociación y, de paso puso a su
servicio, de manera incondicional, a esa instancia. La conclusión:
un espectáculo bochornoso y extremadamente preocupante. En
efecto, vivimos tiempos apocalípticos. Son muchos los puntos
a discutir, pero lo que deseo enfatizar es la necesidad y la pertinencia
de tratar y proponer vías de solución o de salida
a este fenómeno que, como ya se ha mencionado, está
en su fase de pleno despegue y de alcances impredecibles, porque
la mundialización de la economía y sus ramificaciones,
en los términos en que se está presentando, no es
tan sencilla, ni lineal, ni benéfica, ni bondadosa, como
se predica. Esto hay que tenerlo muy claro. La globalización
es, más bien, el proceso inverso, el de la exclusión
y segmentación de las economías, de los pueblos, de
las formas de vida y las culturas.
II.- ¿Qué es la globalización?
Es
de tan absoluta evidencia que no se pretende explicar la totalidad
de la cuestión, pero al menos ir proponiendo algunas notas
que nos permitan entrar en materia y, a
partir de ellas, generar el análisis y la crítica
respectiva. La globalización la podemos ver, entender y ubicar
desde ángulos tan diversos, y supuestamente contradictorios,
como el económico, el político e, incluso, el filosófico.
En este orden, se ha llegado a afirmar que es un desafío
nuevo, de carácter multidisciplinario, porque pretende o
intenta abarcar tantas esferas como realidades se puedan vivir cotidianamente.
Esto, en sentido estricto, es un reto porque hemos vivido de la
atomización cognoscitiva, esto es, la especialización
del conocimiento como norma fundamental.3
Desde un enfoque diverso, pero que se muestra como una nota determinante
del fenómeno que se está proponiendo, se puede afirmar
que lo que se ha dado en nombre de la llamada posmodernidad no es,
de ninguna forma, una respuesta a la modernidad en crisis, sino
que más bien es un síntoma de la crisis del mercado,
es decir, se dio una desvinculación entre la economía
y la sociedad, lo que finalmente arruinó al mercado y su
función integradora. Esto, en términos muy concretos,
significó la liberación de los intereses individuales
frente a la sociedad, lo que le quitó su control social y,
en consecuencia, provocó el desplazamiento de la competencia
y el caos social. Con ello se muestra que el libre mercado, sin
límites, destruye la economía social de mercado.4
Así como la sociedad, dividida en clases, hizo fracasar la
utopía democratizadora, en la sociedad consumista de masas,
donde aparentemente se neutralizan las contradicciones y los conflictos
y, con ello, se logra la fuga del sujeto, supuestamente las cosas
no requieren ni del mercado ni de su regulación. Esto también
debe entenderse en cuanto que no hay necesidad de la democracia,
todo por sí “se puede autorregular”. La conclusión
necesaria es que el mercado, concebido como el lugar de mediación
de intereses entre naturaleza y sociedad, quedó destruido.
Esto es, la supuesta mundializaciónglobalización de
la economía, no ha traído ni la riqueza universal,
ni la democratización de su imperio.
*
Docente de la Facultad de Filosofía
** Ponencia presentada en el Xl° Congreso internacional de la
FIEALC ( Federación Internacional de estudios sobre América
Latina y el Caribe), organizado por la Universidad de Osaka, Osaka,
Japón. (Septiembre del 2003.)
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