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FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN:UN
BINOMIO EN CRISIS
I.- Algunas consideraciones
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Mtro. Oswcar Wingartz Plata
Docente de la Facultas. de Filosofía |
Desde hace algún tiempo hablar
o reflexionar sobre la filosofía, la educación y,
para el caso concreto, sobre la filosofía de la educación,
ha sido, si no frecuente, al menos más audible. Esto no quiere
decir o significar que se emita un juicio de simplicidad o menosprecio.
Más bien, lo que se quiere afirmar es que, en la medida en
que se profundiza sobre el tema, cada vez parece más un diálogo
de sordos. En este sentido, también se puede decir que los
niveles de análisis y tratamiento que se le ha dado al concepto
educación han tenido muy diversos tonos y direcciones y,
en no pocas ocasiones, han mostrado flagrantes contradicciones que
han hecho de esta línea discursiva, como el título
mismo de este trabajo lo refiere: “un binomio en crisis”.
El campo mismo de tratamiento, en un sentido muy concreto, cada
vez está más expuesto por las condiciones bajo las
cuales se desarrolla la labor educativa y que son cada vez más
complejas y precarias. No es exagerado el comentario. Simplemente
basta con ver en qué condiciones tienen que trabajar las
personas que se dedican a la docencia. Pensar o reflexionar sobre
la cuestión educativa en nuestro entorno, se ha constituido
en un auténtico reto, no sólo teórico, sino
fundamentalmente político, porque la discusión, en
términos concretos, está referida a esos niveles.
No hay que darle más vueltas ni hacer como que ‘hacemos
ciencias’. ¿Por qué inicio con esta consideración?
Por una razón muy sencilla: porque parece algo realmente
paradójico que, mientras más se habla y se reflexiona
sobre filosofía y educación, va siendo más
compleja y entreverada su comprensión. Con esto no se pretende
extremar los términos de la discusión. Sin embargo,
muchos de sus referentes van caminando en esa dirección:
la de hacer más compleja su captación.
En consonancia con lo que se plantea,
hay que decir que la reflexión sobre la filosofía
de la educación en sentido estricto, al menos para nuestro
medio y nuestro contexto, es una actividad que está todavía
por realizarse a cabalidad. Reitero: a cabalidad. Con esta afirmación,
lo que se desea precisar es que la Filosofía Educativa no
es algo que se tome en cuenta todos los días, como para sostener
que es un quehacer cotidiano, común, ejercitado de manera
sistemática,
el considerarla una actividad realmente
significativa o, como se dice actualmente: “de alto impacto”,
aunque debería ser un campo de trabajo y de reflexión
permanente para todos aquellos que estamos inmersos en la labor
educativa, ya sea como docentes o como administradores. En definitiva,
lo que se está afirmando es que este quehacer no debe ser
visto o contemplado como una actividad exclusiva que solo compete
a ‘expertos’.
Este planteamiento está en
íntima relación con los referentes que despierta el
hablar de la filosofía, porque mucha gente al escuchar esa
palabra, de inmediato toma distancia y posición. El referirse
o evocar a la filosofía genera múltiples y encontradas
reacciones como: admiración, escepticismo, incomprensión,
duda o franco rechazo, al ser vista como un quehacer eminentemente
especulativo, inasible, etéreo, solo para ‘iniciados’,
etc., etc., entre otras tantas razones y, siendo honestos, porque
esta actividad ha sido considerada como privativa o exclusiva de
unos pocos, como una cuasi-secta con derecho de admisión
y permanencia. Esta opinión ha generado una gama muy amplia
de confusiones, exageraciones y distorsiones y de ahí se
ha derivado a un panfletarismo y vulgarización, en cuanto
que se sobredimensionan o se subestiman sus aportes y planteamientos.
Retomando el punto, el tratamiento
sobre la cuestión educativa debe ser estudiado y analizado
bajo una perspectiva amplia y plural, porque muchos, y cuando digo
muchos estoy haciendo referencia a la autoridad educativa y sus
diversas instancias, han centrado esta reflexión, de manera
prioritaria, en las cuestiones normativas o declarativas como el
Artículo Tercero Constitucional que, dicho sea de paso, está
tan parchado y remendado que uno ya no sabe cómo interpretar
la Ley Federal de Educación, las normatividades respectivas,
etc. En este orden, uno de los puntos más conflictivos es
creer o pensar que la reflexión educativa únicamente
está asentada en estos documentos. Si fuera así, caeríamos
en la pauperidad conceptual, analítica y discursiva y, en
el último de los casos, estaríamos reiterando una
de las viejas prácticas en nuestro medio: la de repetir y
predicar principios y consignas como si fueran materia cuasi-divina,
de forma catequética o dogmática. Es más, añadiría
que, para que tales principios tuvieran un real y efectivo sustento,
requerirían de profundización, estudio y análisis
crítico con proyección histórica. De otra manera,
se convierten en lo que se han convertido hasta la fecha: en consignas
carentes de toda fuerza y contenido.
II.- Filosofía de
la educación
Para proponer o plantear una ‘definición’ sobre
el punto en cuestión, haría más bien una aproximación
a un aspecto más general como “qué es la filosofía
o el quehacer filosófico” para, de ahí, hacer
derivar las consideraciones respectivas y la discusión posterior.
Al respecto, retomaría la siguiente afirmación que
hizo un compañero nuestro, Mario Magallón quien en
sus años mozos fuera profesor de educación básica:
…”Lo que queda y está
a su alcance (de la filosofía) es la de ser sólo mediadora,
en términos de interpretación, entre el saber de los
expertos y una práctica cotidiana necesitada de orientación:
de fomentar e ilustrar procesos de autoentendimiento del mundo y
de la vida “[…]” La filosofía, en lo general,
sólo se limita a aprehender estructuras generales, teóricas,
filosóficas, discursivas y de existencia”. 2
Continua...
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