COMUNIDAD
E INTERVENCIÓN COMUNITARIA (Cont...)
La
intervención comunitaria, implica entonces aportar al desarrollo
de la individuación. Este proceso de individuación
es simultáneamente un proceso de socialización y viceversa
la socialización es condición necesaria para la constitución
de la individualidad. En este sentido, el trabajo social de integración
de la comunidad favorece las posibilidades de individuación.
Por esta razón, cualquier
intervención comunitaria, debe tener en cuenta la satisfacción
plena de las individualidades, no se puede diluir la individualidad
en la comunidad si deseamos que haya una socialización adecuada
en el sujeto. Su existencia como ser social es satisfactoria en
la medida en que se desarrolla su individualidad.
La
asimilación social, lo que identifica en un momento al sujeto
con la realidad en que vive; debe ser creadora y productiva. La
actuación de éste sólo se produce y manifiesta
a través de su personalidad y no por la anulación
de su personalidad.
Entre las actividades de la intervención
comunitaria, son prioritarias la asistencia y promoción de
la salud, con la implementación de modelos de atención
con énfasis en la interdisciplinaridad y en la intersectorialidad,
cuyas acciones tengan el propósito de integrar a los involucrados,
es decir, con propuestas para la implementación de actividades
en los campos de la promoción, prevención, asistencia,
enseñanza e investigación de la salud en este nuevo
milenio.
En todo el mundo, pero especialmente
en América Latina desde hace más de 30 años
se ha generado un profundo accionar que incorpora la comunidad como
objeto de acciones de intervención destinadas a construir
un tejido social solidario creando flujos de apoyo en la comunidad,
para promover e impulsar la generación de proyectos nacidos
de las propias necesidades de cada comunidad.
En el desarrollo de la teoría
y la práctica de las acciones que se ejercen sobre la comunidad,
son innumerables las reflexiones y los modelos o dispositivos de
intervención. Desde concepciones manipuladoras, tecnocráticas
y de control, pasando por el paternalismo absoluto en que la comunidad
es receptora pasiva de las acciones que se realizan en su nombre
y a partir de los criterios de los organismos y sujetos interventores
hasta las posiciones teórico metodológicas y epistemológicas
en que la comunidad se convierte de la nada en sujeto activo de
sus propias transformaciones, generando recursos propios sin el
apoyo de las instancias gubernamentales, todo se ha intentado.
Bajo estas premisas, coincidimos
con Ander Egg (1993) en que la intervención comunitaria debe
ir encaminada a:
Capacitar personal que emprende
una labor comunitaria, en cualquiera de las instancias que se pretenda
promover transformaciones.
Respetar las tradiciones, características
culturales, valores éticos, intereses y necesidades de la
propia comunidad.
Promover la formación y permanencia
del sentimiento de pertenencia a la comunidad, a partir de una búsqueda
de soluciones colectivas, a partir de su propia gestión de
cambio.
Establecer una sintonía entre
todas las organizaciones, centros, instituciones y en general las
personas que pretendan el mismo fin, es decir promover la transformación
de la comunidad.
Estos planteamientos, obligan a
considerar la intervención comunitaria como un sistema integral,
participando todas las personas, que de hecho pueden ser: investigadores,
protagonistas y beneficiarios en un proyecto transformador. Es decir,
un proceso con incidencia multidisciplinaria y multifactorial.
Es así como, en la intervención
comunitaria están presentes básicamente tres áreas
de problemas a responder:
El que tiene que ver con la lectura
de los contextos, sus actores sus construcciones culturales y sus
interacciones sociales.
El estudio de las posibilidades,
o viabilidad de la acción intencionada en una situación
o espacio específico.
El que se interroga por la acción,
por el trabajo comunitario y su cualificación.
A partir de estas consideraciones
de la intervención o práctica comunitaria, nos remitiremos
a plantear, que la salud mental no constituye una región
autónoma de la práctica social comunitaria. Ninguna
de estas y menos aún aquellas orientadas a la comprensión
del proceso salud enfermedad en el seno de la vida social, carece
de un sustento teórico.
En la actualidad, muchas de estas
prácticas comunitarias en salud mental tienen como sustento
teórico al psicoanálisis, a través de modelos
de intervención con progresivas modificaciones técnicas,
que toman en cuenta los recursos en salud de la comunidad para la
planificación de sus acciones. Así, encontramos a
Manero (1997), cuyo referente teórico y marco interpretativo
en sus trabajos de investigación, se derivan de la concepción
sobre grupos operativos de Pichon-Rivière, de las reflexiones
de Bauleo así como de las hipótesis básicas
sobre grupos acordes con los descubrimientos de Bion.
La participación comunitaria
en salud mental, tiene la finalidad de lograr que los mismos individuos
destinatarios, efectúen una reapropiación de su palabra
y su saber sobre el síntoma individual o grupal, y que esta
apropiación posibilite comprender la constitución
de los lazos libidinales en el grupo, fortaleciendo la formación
de roles para incidir sobre las decisiones sociales, vinculándolos
a los procesos reales de su vida comunitaria. Ya que la Salud Mental
es un complejo proceso cualitativo que define el funcionamiento
integral del organismo, integrándose de forma sistémica
lo somático y lo psíquico, formando una unidad donde
la afectación de uno actúa necesariamente sobre el
otro, donde los factores sociales y culturales son prioritarios
en la determinación de su funcionalidad o disfuncionalidad.
Este supuesto teórico es
básico para la conceptualización, estudio y evaluación
de la salud integral y sus dimensiones objetiva y subjetiva identificadas
como calidad de vida y bienestar. En tanto que la situación
de salud de una población está estrechamente vinculada
al modo de vida de la sociedad como un todo, a las condiciones de
vida de la sociedad en cuestión y al estilo de vida personal
de los individuos que integran esa sociedad.
El eje promotor de transformaciones
comunitarias en salud mental, está constituido por la acción
conjunta y el fortalecimiento en la dinámica de las organizaciones,
instituciones y comunidad, proporcionando al mismo tiempo instrumentos
teóricos y técnicos.
Conclusiones
Podemos detectar que la intervención
comunitaria continua siendo una actividad que no está articulada
a las necesidades comunitarias, a procesos de resolución
de problemas o conflictos o a la gestión local del desarrollo.
Hay una suerte de contradicción entre la importancia que
se le confiere a la comunidad en los discursos y el poco compromiso,
político y administrativo de profesionales, instituciones
universitarias, gubernamentales y no gubernamentales, con el desarrollo
teórico, metodológico y con la ejecución de
proyectos comunitarios.
Si bien hay una riqueza muy grande
de propuestas comunitarias, existen todavía limitaciones
en los diseños metodológicos que impiden la lectura
sobre todo de los universos simbólicos y de las lógicas
que rigen su construcción. Lo anterior exige superar cierta
ingenuidad metodológica y teórica presente aún
en muchas propuestas de intervención comunitaria.
Es necesario rearmar propuestas
y dotarlas de herramientas que faciliten la construcción
de conocimiento social considerando las particularidades históricas
y las capacidades de los sujetos y sus grupos, que permitan la articulación
de conocimientos y tradiciones, experiencias y visiones, información
y cultura, conjunto de elementos que configuran formas de pensar,
de hacer y de sentir la vida.
Referencias bibliográficas
Ander-Egg, E. (1993): Metodología
y práctica del desarrollo de la comunidad. México:
Ed. El Ateneo.
Ander-Egg, E. (2000): Metodología
y práctica del desarrollo
de la comunidad. 2 el método del desarrollo de la comunidad.
Argentina: Ed. Distribuidora Lumen SRL.
Arias, H.H. (1995): La comunidad
y su estudio: personalidad, salud, educación. La Habana.
Ed. Pueblo y Educación.
Manero, B. R. (1997:10): Una perspectiva
crítica de la psicología social: la psicología
social de intervención. Material facilitado por el autor.
Martín-Baró I. (1986): “Hacia una psicología
de la liberación” Boletín de Psicología,
No. 22. El Salvador. UCA Editores.
Montero, M. (2004): Introducción
a la psicología comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos.
Argentina: Ed. Paidós.
Musitu, y otros (1990): Psicología
comunitaria. España: Edita Nau llibres.
Nogueiras, M. L. M. (1996): La
práctica y la teoría del desarrollo comunitario:
descripción de un modelo. España: Ed. Nancea.
Roca, P. M. y Pérez, L.
M. (1999): Apoyo social: su significación para la salud
humana. La Habana: Ed Félix Varela.
Tovar, P. M. de los A. (1995):
“La investigación acción. Una metodología
alternativa para la intervención comunitaria”. En:
Revista Cubana de Psicología. Universidad de La Habana,
Cuba. Vol 12 Nos. 1 y 2.
Tovar, P. M. de los. A. (2001):
Psicología social comunitaria. Una alternativa teórico
metodológica. México: Ed. Plaza y Valdéz
S.A. de C.V.
|