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ACTUALIDAD
DE LA MORAL PROVISIONAL DE DESCARTES (Cont...)
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Máxima moral
Nótese como un pensamiento tan sencillo
puede poseer una verdad tan profunda: ¿habrá en esta
tierra un hombre que sufra y se agobie por cabales, por supuesto
que no, pues ¿cómo habría de sufrir por algo
que sencillamente no puede hacer? Si alguien sufriera por eso, de
verdad tendría que ser una persona con problemas severos
de claridad mental, pues nunca los hombres han nacido ni nacerán
con alas para volar. Así, en este ejemplo tan simple, se
puede apreciar la contundente verdad que Descartes propone: si me
acostumbro a pensar que lo único que realmente me pertenece
son mis pensamientos y que solamente sobre ellos puedo ejercer señorío,
no sufriré por cosas que entiendo que están fuera
de mi alcance.
Y no es que Descartes esté proponiendo,
en esta su tercera máxima, que debemos ser conformistas y
no tener ambición alguna. Por el contrario, debemos ser ambiciosos
pero es necesario entender qué sí y qué no
está realmente a nuestro alcance. Además, el hecho
de que ninguna cosa externa a nosotros nos pertenezca, no implica
que no hagamos un esfuerzo por conseguir lo que puede proporcionar
comodidad a nuestras vidas que, a final de cuentas, es lo único
para lo que sirven las cosas materiales. Sencillamente la regla
lleva la intención de evitar el sufrimiento por lo que, en
un momento determinado, no se puede poseer.
Es como si Descartes nos dijera: “Todo sufrimiento
psicológico del hombre se origina en su capacidad inmoderada
para generar deseos, pues no conociendo qué es lo que sí
está a su alcance y qué es lo no, comete la equivocación
de desear aquello que, definitivamente y de modo natural, no está
al alcance de su poder”. Pero más que eso, el sufrimiento
del hombre en su vida cotidiana no se da tanto por desear inmoderadamente
las cosas como por no dar cabal cumplimiento a sus deseos. Este
es, en realidad, el verdadero problema, pues la inconformidad con
la circunstancia mundana y su consecuente desasosiego se genera
sólo en el momento que el objeto de su deseo no puede ser
conseguido. La insatisfacción de sus deseos es lo que finalmente
determina su sufrimiento.
Por otro lado, una cosa es entender lo que Descartes
quiso sugerir y otra, muy diferente, es asumir, como una realidad,
semejante máxima. Él mismo nos dice, “confieso,
no obstante, que es necesario un largo ejercicio y una meditación
frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar las cosas desde
este punto de vista, y creo que en esto principalmente consistió
el secreto de aquellos filósofos que, en otros tiempos, pudieron
sustraerse al imperio de la fortuna y, a pesar de los dolores y
de la pobreza, se creían más ricos y poderosos, más
libres y felices, que los demás hombres quienes, no pensando
de esta manera, por muy favorecidos de la naturaleza y de la fortuna
que fueran, nunca tendrían todo lo que deseaban”.
Es claro, sólo alguien con un ejercicio
constante en la reflexión filosófica puede llegar
a comprender el sentido de la máxima cartesiana, pero hasta
el momento no se conoce en el mundo alguien que no persiga las mismas
cosas materiales, honores, fama, etcétera, que buscan todos
los hombres; a menos, claro, que se trate de una persona que creyendo
que oponiéndose a todo lo que la gente comúnmente
desea, puede hacerse propaganda, fama y prestigio para conseguir
lo que realmente quiere.
Por eso es que el filósofo vuelve a la antigüedad
griega, en la cual cínicos, epicúreos y otros filósofos,
proclamaban que bastaba estar vivo para ser feliz, pues tenían
la total convicción de que para vivir se necesitaba de muy
poco y de que, poseyendo eso poco, siempre poseían mucho.
En cambio, en la actualidad casi la totalidad de
los hombres consideran poco lo que tienen, aunque esto sea mucho.
Es decir, si existiese en la tierra alguien capaz de comprender
y asumir como una realidad lo que ha sugerido Descartes, estaría,
como él lo afirma, contento siempre con lo que tiene, no
importando que sea mucho o poco, pues persuadido de que lo único
que posee es su pensamiento, no estaría infeliz por aquello
que no pudiera obtener, ya que no lo desearía, de la misma
manera en que nadie en su sano juicio puede desear volar impulsándose
sólo con su propio cuerpo.
CONCLUSIÓN DE LA MORAL PROVISIONAL
“Por último, como conclusión
de esta moral, me propuse examinar las diversas profesiones que
suelen ejercerse en sociedad a fin de elegir la que mejor me pareciera,
y sin que esto signifique despreciar las de los demás, pensé
que no podía hacer nada mejor que continuar ejerciendo la
que ya practicaba; es decir, dedicar mi vida entera a cultivar mi
razón y a progresar todo lo que pudiera en el conocimiento
de la verdad siguiendo fielmente el método que me había
prescrito”.
Descartes hace honor a su nombre como fundador
del racionalismo y considera que lo mejor que puede realizar el
hombre durante toda su vida es cultivar su razón. Ciertamente
en la actualidad nada le vendría mejor al mundo que sus habitantes
se dedicaran a realizar un esfuerzo por cultivar su pensamiento
y tratar de llevarlo hacia su máximo desarrollo, el cual,
por cierto, nada tiene que ver con la ciencia y la tecnología,
pues es claro que si bien el hombre, a través de estas dos
cosas, ha logrado domeñar ciertas partes de la naturaleza
para procurarse una vida material más cómoda, en lo
que se refiere a cultivar el pensamiento para lograr una mejor convivencia
sigue como en tiempos de las cavernas.
Lo único que el hombre ha hecho hasta hoy
para propiciar una mejor relación entre individuos y entre
naciones, es elaborar millones de leyes que si bien por miedo al
castigo han permitido menos conductas violentas, sustancialmente
sólo han logrado acrecentar el odio cada día más
manifiesto entre ellos. Todo esto ha dado como resultado una convivencia
cada vez más perniciosa, tanto en la familia como en la sociedad,
debido a una constante exigencia de los derechos que todo mundo
cree tener alejándose para siempre del agradecimiento y del
amor al prójimo.
Es como Descartes nos recomendara: “Es necesario volver los
ojos a la filosofía, a la meditación constante, con
tal de lograr un mejor conocimiento de uno mismo y, por consecuencia,
mirar al mundo desde una perspectiva diferente”. Es una exhortación
a la reflexión filosófica a la que considera como
la ocupación más propia del hombre.
Concluimos afirmando que la moral provisional de
Descartes sigue siendo tan actual como en su momento lo fue, pues
hoy en día es necesario que los hombres dediquemos algún
espacio de nuestras vidas a la reflexión filosófica,
a aquello que Ortega y Gasset denominara “ensimismamiento”,
pues la totalidad de los seres humanos se encuentra hoy igual que
como hace 2400 años cuando Sócrates, Diógenes
y Epicuro lo denunciaran: totalmente ocupados en conseguir las metas
impuestas por la sociedad, preocupados por obtener riquezas materiales,
fama, prestigio, figurar en la historia, buscando angustiosamente
la aprobación social y olvidándose de que la única
y verdadera riqueza es el ser, el pensar y el vivir.
La profunda alteración que padece hoy la
humanidad completa ha llevado al ser humano a buscar, a costa de
lo que sea, ejercer un “poder” sobre los otros que es
absolutamente inexistente, sobre todo el poder de lograr que el
otro haga siempre lo que el uno desea o que el otro sea como a uno
le gustaría que fuera. Bien haríamos en volver a Descartes
para tratar de comprender, aunque sea en una pequeña medida,
por ejemplo, la verdad de su tercera máxima: “Nada
nos pertenece, únicamente nuestros pensamientos”. Quien
llegara a comprender qué es lo que el filósofo quiso
con esto sugerir, estaría en condiciones de alejar, de una
vez y para siempre, el presunto dolor emocional que le causa el
hecho de que los otros no son como él quiere que sean o que
las circunstancias mundanas no se den a la medida de sus caprichos.
Volver a Descartes es lo mismo que volver a la filosofía.
Bibliografía
REALE Giovanni y ANTISERI Darío. Historia
del Pensamiento Filosófico y Científico Tomo II.
Editorial Herder. Barcelona, 2001.
ORTEGA y Gasset, José. El Hombre y la
Gente. Editorial Altaya. España, 1997.
DESCARTES, Renato o René. El Discurso
del Método. Ed. Altaya. Biblioteca de los Grandes Pensadores.
España, 2000
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