ACTUALIDAD DE LA MORAL PROVISIONAL DE DESCARTES (Cont...)

Pero obedecer las costumbres, sin compartirlas, sólo puede ser el resultado de un pensamiento con cierto grado de desarrollo, pues primero ha de conocer bien la razón por la cual tales costumbres son simples supersticiones o producto de la ignorancia. Pero, al mismo tiempo, debe saber que el trasgredirlas públicamente representa una afrenta para sus conciudadanos, pues ellos, aunque sea por ignorancia o simple tradición, las consideran de gran valor.

Por otro lado, cuando alguien ha avanzado un poco en el desarrollo de su pensamiento, sabe de sobra que el realizar ciertos ritos o ciertas actitudes que se refieren a las costumbres de un pueblo, no lo afectan en lo más mínimo, es más, hasta pueden resultar divertidos. Por ejemplo, el realizar el rito del bautismo o el matrimonio católicos.
Al niño que es bautizado no le afecta en nada que un hombre con vestido largo le haga ciertas señales con sus manos o le moje su carita con agua, o escuchar todas las palabras que se dicen en un rito matrimonial católico. En realidad nadie las toma en cuenta, pues todo mundo está pensando en la fiesta y en lucir sus mejores atuendos.
Así, debo obedecer las costumbres de mi pueblo por tres razones: porque me garantizan tranquilidad personal y aceptación social; porque están revestidas de un gran valor para mis conciudadanos y no seguirlas significaría una falta de respeto hacia ellos y, porque, además, el obedecerlas no me hace el más mínimo daño moral.
Con respecto a la religión, considero que Descartes incluyó esta parte en su máxima por mera prudencia e inteligencia, pues estoy seguro que las personas verdaderamente culta, por necesidad no pueden pertenecer a religión alguna. Sin embargo, ya he dicho algo sobre lo que procede en la actualidad con respecto a la religión.

Además de obedecer las leyes y costumbres del lugar en que uno vive, para tener mayores posibilidades de pasarla con paz y tranquilidad en la actualidad y, al mismo tiempo, para desarrollar todos nuestros potenciales y poder cumplir exitosamente con las metas que nos hemos planteado, es necesario, también, guiar nuestros pasos observando las formas de conducta de aquellos que no sólo pasan por ser los más prudentes y sensatos sino que, debido a sus acciones en público, es de sobra conocido que en verdad lo son.

Es decir, si se quiere encontrar una aplicación directa a estas reglas morales de Descartes, tenemos que referirlas a nuestra forma de ser y actuar ante los demás y, en este sentido, es claro que si queremos ser aceptados por la sociedad en la que nos desenvolvemos, nuestras acciones deben ser regidas por las leyes, las costumbres y, además, por el ejemplo de quienes no tienen como normas de conducta el arrebato, la ira o los excesos, sino por aquellos que usualmente realizan sus acciones con prudencia y mesura, pues una conducta de esta naturaleza encuentra, por donde quiera, señales de aceptación social.

Se podrá decir que esto último nada tiene que ver con la primera máxima de la moral provisional cartesiana. Y, en efecto, Descartes nada dice con respecto a pretender buscar la aprobación social, pero esto bien se puede leer entre líneas, ya que si no le interesaba encontrar la aceptación de aquellos con quienes vivía, ¿qué sentido, entonces, tendría obedecer leyes, costumbres y seguir los ejemplos de los más prudentes? Es claro que la tranquilidad emocional derivada de una cierta aceptación social que le garantizara no ser molestado o sancionado era una condición necesaria para él, si tenía en mente el propósito de reformar la filosofía.

Si yo soy miembro de una determinada sociedad y me propongo llevar a buen puerto las ideas y propósitos que considero prioritarios, me es absolutamente necesario no encontrarme en una situación de conflicto con los miembros de esa sociedad en la que vivo. Pero, si me dedico a criticar y a denostar sus costumbres o a infringir sus leyes, es evidente que lo único que encontraré será un rechazo hacia mi persona que a veces tendrá que traducirse no sólo en una sanción legal sino, probablemente, hasta en violencia y, así, pocas o nulas posibilidades tendré de llevar a cabo mis metas.

Por esto, Descartes se cuida mucho al decir “Y para saber cuáles eran realmente sus opiniones, creía deber atenerme, más bien, a lo que practicaban que a lo que decían”, pues es muy común, por ejemplo, tanto en las sociedades de antaño como en las actuales que, con frecuencia, haya una ausencia de congruencia entre el decir y el actuar de los hombres. Es decir, que piensen de una forma y actúen de otra. Por eso es que lo mejor es guiarse, no por lo que dicen, sino por lo que hacen quienes son prudentes y sensatos. Es vigente esta máxima porque, tanto ayer como hoy, quien guíe sus pasos teniendo como modelo no la palabra de los hombres mesurados, sino su acción cotidiana concreta, tendrá garantizada la aprobación social.

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